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Las cadenas globales de los plásticos contaminantes

Las cadenas globales de los plásticos contaminantes

Alexander Eslava
Consultor Portuario – Especialista en Logística Internacional

Los residuos son el subproducto de varias etapas del consumo, la producción de bienes y servicios en una economía; es el producto natural de la urbanización, el desarrollo económico y el crecimiento demográfico. A medida que una economía crece, su relación con los residuos es doble. En el último medio siglo, con volúmenes crecientes de generación de desechos, se inició la exportación de estos de los países del grupo de altos ingresos a los países de bajos ingresos que necesitan divisas. Sin embargo, estas economías no están bien equipadas para eliminar y gestionar adecuadamente estos desechos, necesario para proteger la salud de las personas y el medio ambiente. Para los países en desarrollo es más rentable exportar desechos a estos países subdesarrollados de bajos ingresos en lugar de eliminarlos dentro de sus fronteras geográficas. Empresas y gobiernos de cualquier economía deciden exportar residuos una vez determinan que los costos de eliminación de residuos en el extranjero son inferiores a los nacionales. La estructura de producción global, el poder político y las finanzas facilitan y promueven los flujos logístico-comerciales de desechos y residuos peligrosos a nivel mundial: Cadenas globales de contaminación.

La historia del comercio de desechos, especialmente los relacionados con desechos peligrosos, ha sido controvertida. El comercio de desechos plásticos está directamente relacionado con el aumento de la producción de plástico, los patrones de consumo insostenibles y el alto costo de la eliminación adecuada de desechos peligrosos. A pesar de su necesidad de divisas, algunos países menos desarrollados y no industrializados no están dispuestos a participar en ese comercio y formaron un frente unido (países del G-77) para impedirlo. La mayoría de estas economías consideraban que los residuos no debían tratarse como un comercio de productos básicos, ni libre ni regulado. En principio, esto aprobaría el comercio internacional de materiales de desecho que perjudican tanto al medio ambiente como a sus perspectivas económicas futuras. Varias ONG, abogan a favor de los países del G­77. En lugar de encontrar soluciones a través del comercio, estas ONG y otros países en desarrollo argumentaron que debería haber más esfuerzos para minimizar la generación de desechos, incluidas regulaciones y estándares de eliminación más estrictos.

Este proceso de negociación culminó con el Convenio de Basilea (1989), un tratado internacional diseñado para restringir el movimiento de desechos peligrosos y tóxicos entre países. Muchos países en desarrollo se negaron a firmarlo y las ONG ambientalistas lo llamaron un Terror tóxico. Esto se debió a muchas de las debilidades señaladas por los países en desarrollo, como la obtención de consentimiento previo antes del envío, definiciones vagas de “desechos peligrosos” y “ambientalmente racionales”, la exclusión de desechos radiactivos y la falta de disposiciones sobre responsabilidad. Los flujos logístico-comerciales de desechos y residuos peligrosos de los países de ingresos más altos del Norte hacia los países de ingresos más bajos, principalmente ubicados en el Sur global, se producen debido a, entre otros: diferencias en los costos de eliminación, regulaciones ambientales laxas, menores impuestos, bajos costos de envío y actividades criminales ilegales.

Convenio de Basilea

El Convenio de Basilea regula las exportaciones de residuos plásticos. Se trata de un tratado internacional jurídicamente vinculante para 186 países. Este Convenio es el instrumento internacional que, entre otros objetivos, regula los requisitos que describen lo que es permisible en relación con el movimiento transfronterizo de desechos peligrosos o desechos que requieren consideración especial. Sin embargo, la atención se centra más en los residuos peligrosos. Las normas más importantes que rigen el comercio internacional de productos de desecho se establecen en el Convenio de Basilea (1989). Este acuerdo fue aprobado para regular el transporte y procesamiento internacional de residuos peligrosos. En mayo del 2019, se introdujeron varias enmiendas al Convenio de Basilea para hacer que el comercio de desechos plásticos sea más transparente y aplicable. Estas enmiendas entraron en vigor el 1 de enero del 2021. Una enmienda importante fue la introducción de un Consentimiento Informado Previo (CIP) para desechos plásticos mixtos, lo que significa que es más fácil monitorear la exportación y que los países pueden rechazar los envíos. Sin embargo, para los desechos plásticos que se separan según el tipo de polímero (Polietileno (PE), Cloruro de Polivinilo (PVC) o Tereftalato de Polietileno (PET)) y están etiquetados como “casi libres de contaminación”, no se requiere permiso.

Desafortunadamente, el Convenio no define lo que se incluye en esta descripción, por lo que hay mucho margen para interpretaciones erróneas que resultan en la exportación de enormes cantidades de desechos plásticos contaminados que inevitablemente terminan como contaminación plástica en destino final. El Convenio de Basilea especifica códigos comerciales separados para diversos flujos de desechos plásticos que deben ser utilizados por las partes relevantes y que deben dejar claro si se necesita el CIP. A partir del 2021, los países que hayan ratificado el Convenio solo podrán exportar desechos plásticos contaminados o mezclados (no separados) a otro país si ese país ha firmado el Convenio y al hacerlo ha dado permiso. Los países que no han ratificado el Convenio, como EE UU, pueden llegar a acuerdos separados con el receptor sobre la importación y exportación de plástico y otros desechos.

Impactos nocivos

Los flujos mundiales de comercio de desechos plásticos (aparentemente para reciclaje) desde países de altos ingresos hacia países de bajos ingresos se convirtieron en práctica común durante la década de 1990. Los países receptores de residuos de plásticos a menudo tienen infraestructuras de gestión inadecuadas, y no pueden hacer frente a la carga excesiva de estos desechos, lo que provoca fugas de plásticos e impactos nocivos a la salud humana y al medio ambiente:

  • Bloquea vías fluviales y desagües; generando enfermedades transmitidas por el agua.
  • Crea un caldo de cultivo para moscas, mosquitos, roedores, insectos, portadores de enfermedades. Los mosquitos propagan la malaria y el dengue. Las moscas transportan y transmiten la fiebre tifoidea y la tuberculosis, mientras que las ratas propagan la rabia y la peste.
  • Duplica la incidencia de enfermedades diarreicas entre las personas que viven entre desechos mal gestionados. La enfermedad diarreica es la segunda causa de muerte en niños menores de 5 años.
  • Al quemarse abiertamente, libera contaminantes que aumentan el riesgo de enfermedades cardíacas y cáncer, dolencias respiratorias, enfermedades de la piel y los ojos, náuseas y dolores de cabeza, y daños a los sistemas reproductivo y nervioso. La contaminación del aire exterior es responsable de 3,7 millones de muertes al año, y estimaciones recientes sugieren que la quema al aire libre podría ser responsable de hasta una quinta parte de esta cifra de muertes.
  • La quema de plástico como combustible sin las herramientas y equipos adecuados libera humo negro y emisiones tóxicas al entorno. Los estudios realizados en el 2019 mostraron altos niveles de dioxinas y sustancias químicas tóxicas liberadas al medio ambiente, ingresando a las cadenas alimentarias.
  • Para las personas de los países importadores que se encuentran en la primera línea de la gestión (o mala gestión) de los desechos plásticos, la exposición a sustancias químicas tóxicas en los productos plásticos amenaza su derecho a la salud porque esas toxinas se liberan al aire, al suelo y al agua cuando el plástico se recicla, quema, incinera o abandona.
  • Contamina el agua y el suelo y entra en la cadena alimentaria. Gran parte del plástico en el agua y en la tierra se desintegra en pequeños pedazos. El microplástico está entrando en la cadena alimentaria y siendo ingerido por los humanos.
  • Plantea riesgos directos para la vida a través de grandes vertederos informales. En el 2017, los deslizamientos de tierra en vertederos de desechos causaron más de 150 muertes conocidas.
  • Cuando el plástico se tritura y se funde, se liberan partículas tóxicas al medio ambiente que representar una amenaza para la salud humana y ambiental. En algunos casos, las malas prácticas de reciclaje, como reciclar varios tipos de plástico juntos, hace que el reciclaje de plástico genere aún más sustancias tóxicas, incluidas dioxinas.

Los desechos, que nacen localmente, pueden separarse de su lugar de consumo y producción y enviarse a nivel mundial. De ahí que un fenómeno ambiental local se convierta en global; un contaminante local se convierte en un contaminante global. Los flujos de desechos a través de las fronteras son implacables y siguen en aumento.  Las naciones pudientes, al crear normas ambientales más estrictas, comenzaron inadvertidamente a incentivar las exportaciones de desechos en un momento en que el costo y las barreras al transporte, las comunicaciones y el comercio internacionales estaban disminuyendo. Sin embargo, hoy el mundo desarrollado genera 20 veces más residuos. De hecho, gran porcentaje del comercio contemporáneo de desechos está constituido por cargas de residuos mixtos (Polietileno (PE), Cloruro de Polivinilo (PVC)), contaminados (no completamente limpios) y difíciles de recuperar, impulsados por un razonamiento basado en ventajas comparativas: costos de eliminación más bajos permite a las partes beneficiarse de las diferencias regulatorias, técnicas y salariales. Sin embargo, según la ley de Basilea, ese comercio es ilegal.

En consecuencia, gran parte de estos desechos se exportan bajo la apariencia de “reciclables” (ilegalmente) para aparentemente maximizar una gestión ambientalmente eficiente: Cadenas globales de contaminación.  De hecho, existe una amplia variedad de materiales utilizados para envases de plástico, comprenden mezclas complejas que constan de más de 13.000 sustancias químicas, como aditivos, coadyuvantes de procesamiento y sustancias añadidas no intencionalmente. Las sustancias añadidas de forma no intencionada son motivo de preocupación potencial debido a sus propiedades peligrosas: incluyen carcinogenicidad, mutagenicidad, toxicidad reproductiva, toxicidad específica en órganos, alteración endocrina, ecotoxicidad, potencial de bioacumulación, persistencia y movilidad ambiental, incluido el potencial de transporte ambiental a larga distancia a lugares remotos. En efecto, los residuos plásticos se transfieren a los países del Sur global, incluidos todos los aditivos tóxicos que contienen. Por tanto, los productos químicos tóxicos utilizados en la producción de plástico derivado de combustibles fósiles obstaculizan los esfuerzos de reciclaje, lo que socava la implementación de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU para 2030.

Contaminación global

La ubicuidad de los plásticos no es un indicador de que sean seguros para los humanos y el medio ambiente. Los plásticos se fabrican a partir de materias primas de combustibles fósiles (normalmente petróleo o gas) y aditivos químicos. Más de 13.000 sustancias químicas están asociadas con los plásticos; 3200 de esas sustancias son motivo de preocupación debido a sus propiedades peligrosas, incluidas la alteración endocrina, la carcinogenicidad y la persistencia ambiental. La producción insostenible y el consumo excesivo de plástico ha resultado en una crisis global de contaminación y desechos plásticos) estimaron que más del 75% de todos los plásticos jamás producidos existen ahora como desechos en vertederos o como contaminación plástica en el medio ambiente. Los mayores países exportadores de desechos plásticos, en su orden: EE. UU., Japón, Unión Europea, Reino Unido, Canadá y Australia 

Se estima que entre 19 y 23 millones de toneladas métricas (TM) de contaminación plástica ingresan anualmente a los ambientes acuáticos y marinos. Los plásticos de un solo uso y desechos plásticos son los principales impulsores y contribuyentes de la contaminación global, ya que se producen y desechan después de un solo uso y son notoriamente difíciles de reciclar o tienen un valor de mercado reciclable al final de su vida útil limitado. Uno de los principales problemas con este uso insostenible de plástico y la creciente generación de residuos es que la mayoría de los países no pueden gestionar adecuadamente sus residuos domésticos. Esto ha dado lugar a un comercio mundial de residuos plásticos que carece de una transparencia adecuada o de un seguimiento preciso de los flujos logístico-comerciales de residuos plásticos. Esta falta de transparencia se ve aún más exacerbada porque los volúmenes mal administrados o perdidos a menudo no se contabilizan, lo que aumenta falsamente las tasas de rendimiento del reciclaje de los países de altos ingresos.

La mayoría de las exportaciones de desechos plásticos de Europa y EE UU, entre el 2000 y el 2018 estaban destinadas a un único país: China, que ha actuado como el principal deposito reciclador del mundo (importó el 50% de los desechos plásticos mundiales entre 1992 y 2018). Sin embargo, una decisión política (llamada Operación Espada Nacional) en el 2017 cambió todo. China se negó a aceptar el llamado plástico sucio (la mayor parte del cual de todo no era reciclable y terminaba en vertederos o incendios).  La prohibición afectó inmediatamente la estructura global de los flujos logísticos de residuos plásticos, ya que China en el 2016 recibió más del 50% de las exportaciones mundiales de plásticos posconsumo (7,3 gigatoneladas métricas de plásticos de 43 países diferentes; (1 gigatonelada equivale a 1.000 millones de toneladas)), y redujo su participación en la importación de residuos plásticos exportados por los países del G7;  pasó del 60% durante el primer semestre del 2017 a menos del 10% durante el mismo período de 2018. Se estima que para el 2030 se desplazarán 111 gigatoneladas métricas de desechos plásticos, cantidad equivalente a casi la mitad de todos los desechos plásticos que se han importado a nivel mundial desde los primeros informes en 1988.

De hecho, cuando en el 2018, el Gobierno chino implementó su política de Espada Nacional, que prohibió la importación de desechos plásticos debido a su inmenso impacto ambiental e impactos en la salud humana. En lugar de tomar esta decisión de política global como una oportunidad para construir sistemas nacionales de gestión de residuos o tomar medidas concretas para minimizar la producción o el consumo de plástico, los países del Norte global comenzaron a enviar sus residuos a nuevos países, como Turquía, Malasia, Indonesia, Filipinas, y México se está convirtiendo rápidamente en un importante importador de desechos plásticos. En consecuencia, los países del Norte global continúan externalizando los costos sanitarios, ambientales y económicos de su alto consumo. Sin embargo, muchos de estos países importadores carecen de instalaciones adecuadas para la gestión de residuos, lo que ha llevado a un vertido excesivo a cielo abierto o a una quema de residuos plásticos, incluida la incineración de residuos para generar energía. La quema de desechos plásticos para obtener energía libera gases de efecto invernadero, impulsa el cambio climático global, produce contaminantes atmosféricos tóxicos y residuos de cenizas tóxicas que impactan a las comunidades locales y los ecosistemas circundantes, incluidos los alimentos producidos localmente. Incluso cuando existe infraestructura de reciclaje, se ha descubierto que son los principales contribuyentes a la contaminación por microplásticos en los ambientes receptores acuáticos.

Después de la prohibición de China de importar residuos plásticos, la mayoría de los países asiáticos actualizaron sus condiciones para aceptar materiales reciclables específicos (limpios, sin compuestos, ciertos polímeros). Sin embargo, la calidad de los residuos exportados desde que los países de altos ingresos, por lo general, no cumple con los criterios específicos exigidos por los países importadores. Dado que estos países no quieren aceptar residuos plásticos de baja calidad para reciclaje, no existen estrategias de gestión para abordar este problema apremiante. Por tanto, la oportunidad de un reciclaje adecuado en estos países no es posible y, combinado con la falta de seguimiento, se produce una fuga generalizada de plásticos contaminantes al medio ambiente. Con el desbordamiento de plásticos de baja calidad hacia los países asiáticos tras la prohibición de importación por parte de China, ahora continúa filtrándose en entornos marinos y terrestres, causando daños a la vida silvestre y a las comunidades locales.

Cadenas globales de suministro contaminantes

El comercio mundial de residuos plásticos es gestionado por múltiples niveles (internacional, nacional y municipal) y por un sinfín de empresas del sector privado que hacen del comercio internacional de residuos plásticos una red compleja de regulaciones e intermediarios que carecen de transparencia. Si los residuos plásticos no se reciclan en el país, se pueden exportar, pero se les debe expedir un código comercial específico. Aunque los residuos plásticos deben comercializarse de conformidad con los acuerdos internacionales, como el Convenio de Basilea, a menudo falta su estricta aplicación. Los flujos logísticos de residuos plásticos pueden transitar por varios países a través de intermediarios de residuos antes de llegar al país de destino. Los intermediarios de residuos pueden beneficiarse de cada una de estas transacciones intermedias, y su comercio puede ser aún más lucrativo que cuando se venden a plantas de reciclaje en el destino final. Las regulaciones gubernamentales y los subsidios financieros pueden hacer que sea atractivo para el procesamiento de residuos plásticos en otros países. Esto ha creado un mercado internacional altamente complejo y competitivo en el que se transportan enormes cantidades de desechos plásticos a nivel mundial, con el inconveniente cada fase de la cadena de suministro carece de transparencia lo que hace que sea cada vez complejo supervisar el comercio de estos.

Cuando China cerró sus puertas a las importaciones de desechos plásticos en el 2018, el Reino Unido tomó como destino para estas a Turquía; Japón hizo lo mismo con países de Asia (Indonesia, Malasia, Vietnam); EE UU., aumentó sus exportaciones a países de América Latina (Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Argentina); la Unión Europea redireccionó los flujos logísticos de desechos plásticos hacia Turquía; y los Países Bajos, el mayor exportador del mundo lo hizo a países de Asia (Indonesia, Malasia, Vietnam). De hecho, dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la UE, como bloque comercial compuesto por 27 Estados miembros, fue el mayor exportador de desechos plásticos del mundo a países no pertenecientes a la OCDE en el 2021. El peso neto del plástico exportado de la UE a países no pertenecientes a la OCDE en el 2021 fue de 900.000 TM. Después de la UE, los siguientes países fueron los cinco principales exportadores de residuos plásticos a países no pertenecientes a la OCDE en el 2021: Japón (462.000 TM), EE UU (250.000 TM), Países Bajos (211.000 TM), Alemania (95.000 TM) y Australia (84.000 TM), respectivamente.

Después de que China dijera “¡Basta!” a las toneladas de plástico sucio y contaminado importado desde EE UU, que llegaban a su territorio con la etiqueta de “reciclable”, con las fronteras del gigante asiático cerradas, los EE UU, desde el 2020 ha distribuido 45.000 TM de residuos plásticos a 15 países de América del Sur. Eso significó el envío diario a la región de 35 contenedores de residuos plásticos altamente contaminante. Residuos imposibles de valorizar para la economía circular. Se distribuye abusivamente bajo la etiqueta de “reciclaje” y no es posible establecer con certeza las condiciones en las que llega a aduanas para que sea efectivamente recuperable para cualquier industria. La cadena global de suministro de plástico altamente contaminante no reciclables ha contado con la complicidad de algunos de gobiernos latinoamericanos. En cuanto a las convenciones ambientales multilaterales, es de conocimiento común que EE UU, sigue siendo la potencia menos comprometida del mundo. No se ha adherido al Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación, ni a las enmiendas sobre plásticos, y durante unos años se mantuvo alejado del Acuerdo de París (2019-2021), la herramienta internacional que tiene como objetivo limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.

En este contexto, las navieras que transportan desechos plásticos etiquetan los envíos como “plástico de desecho” o “materiales reciclables”. Este etiquetado incorrecto les permite eludir las regulaciones sobre la exportación de desechos plásticos y evitar pagar tarifas más altas por el transporte de desechos peligrosos. De hecho, las navieras obtienen ganancias del comercio de desechos plásticos cobrando tarifas por sus servicios. En febrero del 2021, 52 organizaciones medioambientales y sociales pidieron a las principales líneas navieras que demostraran sus compromisos de sostenibilidad comprometiéndose a no transportar residuos plásticos a países en desarrollo. Las organizaciones escribieron cartas a las nueve navieras mundiales más destacadas: Hapag-Lloyd (Alemania), Maersk (Dinamarca), CMA CGM (Francia), MSC (Suiza), Hamburg Süd (Alemania), Hyundai Merchant Marine (Corea), Evergreen. (Taiwan), Cosco (China) y Orient Shipping (Jordania). Los instaron a establecer políticas para evitar la exportación de residuos plástico de todo tipo que pasan de países de la OCDE a países no pertenecientes a la OCDE o a países de la OCDE como Turquía y México.

En junio del 2019, en Indonesia, la Aduana en el puerto de Batu Ampar, Batam, inspeccionó 65 contenedores. Se sospechaba que estaban contaminados con residuos peligrosos, violando el Convenio de Basilea. A pesar de que el Gobierno afirmó que repatriaría los contenedores, algunos de los desechos reexportados no terminaron en el país de origen (el prolongado tiempo de retención de estos contenedores, generó riesgos potenciales de autocombustión); se debía devolver 58 contenedores a EE UU. Sin embargo, solo 12 contenedores desembarcaron en EE UU.  El resto fue desviado a India, Tailandia, Vietnam, Corea del Sur, México, Países Bajos y Canadá. En respuesta al informe de que los envíos habían terminado en la India, el Ministerio de Hacienda y los representantes de aduanas de Indonesia se negaron a reconocer que los contenedores se reexportaron a otros países en lugar del país de origen. Manifestaron que los contenedores aún se encontraban en tránsito a sus destinos. Para el 2020, en total, se habían reexportado 450 contenedores a los países de origen. Los contenedores “contaminados” identificables procedían de varios países, y los mayores volúmenes de envío provinieron de Australia, seguida de Alemania, EE UU, y Países Bajos.

Hasta principios del 2024, en el puerto de Tanjung Priok (Yakarta) se han incautado más de 2.000 contenedores declarados contaminantes que abiertamente violan el Convenio de Basilea. En febrero de 2021, ONGs de Malasia, Indonesia y la India interceptaron envíos desde EE. UU. (que no es parte del Convenio de Basilea) a esos países (partes del Convenio de Basilea), procedentes de la empresa Newport CH International. En total, cinco contenedores con residuos de plástico, recortes y desechos de polietileno, fueron recibidos en el puerto de Belawan, en el Norte de Sumatra; el envío fue declarado ilegal debido a las disposiciones del Convenio de Basilea, ya que EE UU aún no lo ha hecho la parte del acuerdo internacional.

En julio del 2020, las autoridades tunecinas recibieron 70 contenedores de residuos en el puerto de Susa y 200 contenedores adicionales que incluyen miles de toneladas de residuos. En total, 283 contenedores de residuos ilegales. El Ministerio de Medio Ambiente reiteró que no expidió licencia para la importación de residuos plásticos del exterior y anunció la apertura de una investigación sobre el tema. El Ministerio notificó a las autoridades italianas sobre actividades comerciales ilegales y reexportó los contenedores. Según las organizaciones ecologistas, esta acción de exportación es una violación flagrante a la legislación de la UE, a la legislación tunecina, así como a los tratados internacionales sobre el comercio de residuos: el Convenio de Basilea, el Convenio de Bamako y a el Protocolo de Esmirna del Convenio de Barcelona. La reexportación, de Túnez a Italia, de 212 contenedores altamente contaminados se logró 2 años después; 70 contenedores se vieron afectados por un incendio (autocombustión) en diciembre del 2021 en el almacén de la empresa tunecina donde se almacenaban los residuos plásticos italianos sujetos a control aduanero.

En Rumanía, diferentes estructuras criminales presionan a las aduanas para que introduzcan más desechos plásticos en el país. Esto sucede en un contexto en el que los costos de almacenamiento son menores si se comparan con los de otros países europeos; redes se involucran en el tráfico global de residuos plásticos utilizando como fachada negocios legales, recordando “un modus operandi común”: reintroducción de desechos plásticos contaminados. Plásticos, declarados como limpios, que llegan para ser plásticos usados. Esta forma de actuación dificulta la detección de actuaciones ilícitas sobre los residuos.

En lo que respecta a Turquía, desde que China prohibió las importaciones de desechos plásticos en el 2018, Turquía se convirtió en uno de los principales destinos de los desechos plásticos de los países del Norte global. Esto ha contribuido al desarrollo económico de Turquía, también ha tenido el correspondiente efecto negativo en el bienestar de quienes viven en el país. El repentino aumento de las importaciones de residuos (mediante un etiquetado incorrecto), su procesamiento incontrolado y su eliminación en áreas públicas amenaza la salud humana. Turquía, es la principal fuente de contaminación plástica en el Mediterráneo y el Mar Negro. La inadecuada infraestructura de gestión de residuos convierte a los ríos turcos en la principal fuente de contaminación plástica del Mar Mediterráneo (entre el 95% y el 100% de los desechos marinos y el 50% de la basura plástica en el fondo marino). Los desechos plásticos mal etiquetados o tienen un alto porcentaje de materiales difíciles de reciclar son arrojados ilegalmente al medio ambiente por los importadores o enviados a vertederos (2.000 vertederos a cielo abierto), junto con los desechos municipales; el plástico es el elemento de basura antropogénica de mayor presencia en todas las playas de los ríos del Mar Negro.

Comentario final

“Reciclaje”, palabra acuñada por el “movimiento verde” a finales de los años 1960, fue irónicamente casi siempre invocado y jugó un papel fundamental como justificación de los envíos de residuos con distintos grados de legitimidad. Al final de la escala, la palabra “reciclaje” sirvió simplemente como pretexto para un dumping flagrante, cada vez más las exportaciones implican alguna forma de reciclaje, al menos en parte. Sin embargo, a pesar de que se producía cierto reciclaje, este podía ser muy parcial, con muchas fracciones vertidas y quemadas, y muy a menudo las propias operaciones eran muy contaminantes y nocivas. La mayoría de los importadores fueron cómplices del trato hecho con los exportadores, y cada uno recibió valor. Los importadores revendieron algunos de los materiales reciclados, mientras que los exportadores recibieron valor al evitar los mayores costos de una gestión adecuada de los residuos en el país de origen. Esto a menudo era posible gracias a la posibilidad de tirar o quemar materiales residuales con un costo reducido. De esta manera, el reciclaje en los países en desarrollo, los países del Norte global, podría de hecho ser mucho peor para la salud humana y el medio ambiente de lo que sería habría sido el caso si los desechos simplemente se hubieran colocado en un vertedero en el país exportador. El comercio de desechos seguirá aumentando mientras pueda servir como una ruta de escape conveniente para evitar la mejor solución: un diseño de producto apropiado para fomentar la longevidad, la facilidad de reciclaje y la gestión adecuada de los productos al final de su vida útil. El comercio internacional de residuos nació y se convirtió en una epidemia cuando la primera ola de buques cargados con el efluente tóxico de los países del Norte global comenzó a surcar las aguas de América Latina, África y Asia, en busca de importadores dispuestos, funcionarios corruptos y destinatarios desprevenidos.

Muchos de los problemas actuales en la gobernanza global del comercio de desechos plásticos altamente contaminantes y no reciclables surgen del hecho de que EE UU., el país que más derrocha per cápita del mundo, no es parte del único tratado global sobre desechos del mundo: el Convenio de Basilea. EE UU, es el único país desarrollado que no ha ratificado la Convención. El otro es Haití. Entre todas las naciones, sólo hay un puñado de países de la ONU en el mundo que no han ratificado Basilea. En junio del 2023, hay 191 partes y solo 5 estados miembros de la ONU permanecen como no partes. Los restantes países que no son partes incluyen Timor Oriental, Fiji, Haití, Sudán del Sur y Estados Unidos.

Como EE UU, es un importante generador y comerciante de desechos incluidos en la Lista de Basilea, y gran parte del resto del mundo es parte, la prohibición del comercio entre países que no son partes significa que, en ausencia de un acuerdo especial, las 191 partes de Basilea no pueden comerciar (exportar o importar) desechos controlados con los EE UU. Esto crea una incoherencia significativa ya que no hay nada en la Ley, nacional o internacional, que prohíba a los actores en los EE UU, exportar desechos controlados por Basilea a países del partido de Basilea, incluso cuando esas exportaciones de desechos, una vez en alta mar y con destino hacia una parte de Basilea, debe considerarse tráfico ilegal según los términos del Convenio, ya que cualquier importador violará la prohibición de ser parte en un país que no es parte. En consecuencia, demasiados operadores privados en los EE UU, exportan regularmente plástico no reciclable con impunidad, y el Gobierno de los EE UU, no actuará para garantizar que las actividades de sus ciudadanos no contribuyan ni inciten a la violación del Convenio de Basilea.

Múltiples actores participan a lo largo de la cadena de suministro de residuos plásticos, infringiendo normas y legislaciones. La evidencia sugiere que la mayoría de las actividades ilegales son llevadas a cabo por operadores comerciales legítimos que participan en los llamados delitos de cuello blanco. Los más comunes incluyen fraude, facturación errónea, lavado de dinero, evasión fiscal y corrupción. Además, estos actores participan en toda una serie de actividades que contravienen el Convenio de Basilea y las prohibiciones nacionales de importación y exportación (además de fingir su adhesión a esas normas). Estos se dividen en tres categorías. Primero es declaración errónea que puede referirse al contenido, origen y destino de los residuos, pero también a la capacidad operativa de las empresas de reciclaje, es decir, afirmar que las empresas tienen mayor capacidad de la que realmente tienen. En segundo lugar, está la ocultación de residuos peligrosos, entre otros bienes. De hecho, es habitual que los plásticos se mezclen con residuos electrónicos y papel, ya que son productos de desecho que están sujetos a un menor nivel de escrutinio.

En tercer lugar, está la eliminación ilícita que podría adoptar la forma de incineración o vertidos ilegales (en el mar, zonas rurales, bosques). Entre los implicados en estas prácticas ilícitas se encuentran intermediarios, empresas de gestión y reciclaje de residuos, compañías navieras, aduanas y controles fronterizos corruptos y empresas no relacionadas con residuos, que permiten que residuos plásticos mixtos peligrosos procedentes de Europa y Norteamérica lleguen, generalmente después de una serie de escalas intermedias, a países como Turquía, Rumania, Ghana, Túnez, Indonesia, Malasia, Vietnam, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Argentina. Los intermediarios aprovechan su papel fundamental a lo largo de la cadena de suministro contaminante para facilitar el envío de residuos prohibidos a países no pertenecientes a la OCDE. Por tanto, son responsables de declaraciones erróneas del contenido, así como del origen y destino previstos de una carga determinada.






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